Especial Navidad de Black Mirror, la justicia en el punto de mira

Black Mirror_WhiteChristmasSi hay una serie en la actualidad capaz de remover conciencias y sacudirnos de nuestra silla es Black Mirror. La capacidad de Charlie Brooker para sintetizar el mundo contemporáneo y presentarnos distopías asociadas al uso perverso de la tecnología, ha dado lugar a una de las series más inteligentes e incisivas del momento. Moviéndose en el «terreno fronterizo donde las cosas más insensatas son posibles», al igual que sucedía en la mítica The Twilight Zone, Black Mirror se ha convertido en una serie de culto que se ha ganado tanto el respeto de la crítica como de la audiencia.

Tras dos temporadas en las que se plantearon temas como el ciberactivismo o la espectacularización de la justicia y la política, entre otros, Brooker ha vuelto a la carga con White Christmas, un especial de Navidad con una duración superior al formato habitual (una hora y cuarto frente a los cincuenta minutos), con Jon Hamm como reclamo principal y Oona Chaplin en un papel secundario. (Atención, SPOILERS)

En White Christmas Brooker retoma temáticas ya esbozadas en episodios como White Bear (S02E02) o The Entire History of You (S01E03) para crear una pesadilla sobre cómo los avances tecnológicos pueden aplicarse a la impartición de justicia. Si en The Entire History of You un chip insertado en el cerebro permitía grabar y revivir cada uno de los sucesos de nuestra vida, el nuevo artilugio es un clon psíquico de nosotros mismos, una copia perfecta creada con código fuente.

Alrededor de este siniestro invento, Brooker construye una historia que tiene como atractivo principal un personaje apasionante: Matt Trent, el empleado de Smartintelligence, la agencia que se encarga de encapsular al clon y doblegarlo para que cumpla nuestra voluntad. Un domador de mentes cibernéticas que, para reducir su propia condena, se encarga de hacer que otro reo confiese su crimen gracias a sus especiales habilidades. El insólito personaje, que se convierte en el plato fuerte de la narración, consigue que Hamm dé lo mejor de sí mismo en una sorprendente actuación llena de cínica elegancia.

Simbolizado por una bola de cristal de juguete, que hace alusión tanto al artilugio tecnológico («cookie») como al espacio irreal que comparten los protagonistas, el episodio comienza con la escena de dos hombres encerrados en una desastrada cabaña, alejados del mundo y aislados en medio de la nieve. El espectador no sabe quiénes son ni qué hacen allí. Matt (Jon Hamm) utiliza la excusa de la celebración de la Navidad para entablar conversación con Joe (Rafe Spall), una perfecta introducción para que el relato se adentre en un trepidante «flashback» donde Matt, derrochando empatía para ganarse la confianza de Joe, cuenta cómo ha llegado allí. La historia de Matt como guía virtual (e ilegal) de citas para personas tímidas e inseguras que, como un espectáculo, es retransmitida en «streaming» a los usuarios del servicio, constituye la parte más atractiva de la narración, llena de suspense, originalidad y ácido humor negro.

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Un siervo de ti

La segunda parte explora el trabajo oficial del protagonista, donde le vemos doblegar a la copia de Greta (Oona Chaplin), una adinerada mujer que no ve nada malo en sumarse a la moda de obtener un doble de sí mismo que le sirva de criado perfecto, conocedor de todos sus gustos y manías. Aunque el personaje de Oona Chaplin sólo sirva para hacernos comprender el retorcido empleo de Matthew, y echemos de menos un poco más de profundidad en el personaje, esta parte de la historia, con su punto de sadismo y humor negro, a pesar de estar lejos de ser perfecta, sirve para dar continuidad a la historia central y ofrecernos un nuevo enfoque del personaje protagonista.

Si algo falla en White Christmas es la tercera parte: la confesión de la copia de Joe. En contraposición con la originalidad de la trama de Matt, la historia de Joe es menos intrigante; pero, sobre todo, peca de cierta inverosimilitud. El crimen de Joe, que mata a la niña que cree hija suya y al abuelo de ésta, tras la muerte de su exnovia, no acaba de ser plausible y sí bastante convencional, debilitando la historia en la recta final. Sin embargo, la última secuencia, donde Matt es estigmatizado y condenado al exilio social por bloqueo (un concepto ya muy cercano para los usuarios de las redes sociales), logra elevar de nuevo la historia y ofrecernos un escalofrío final notable que pone el punto final a esta pesadilla navideña.

Las altas expectativas creadas en torno al especial, a las que se suma el conocimiento por parte del espectador del «universo Brooker» —que mitiga el impacto—, y una historia que hace aguas en el último tramo, ha dado lugar a que el episodio sea acogido con cierta tibieza. Aún así, la habilidad de Brooker para mostrarnos un futuro tan cercano como aterrador, actualizando el formato de un clásico de la televisión como The Twilight Zone, sigue mereciendo nuestro respeto y, sobre todo, sigue provocando un deseo ferviente de ver una nueva temporada de esta gran serie que es Black Mirror.

2 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Sr. Watanabe

    Buen artículo que, por fin, he podido leer. No había visto el episodio hasta hace poco. A mí, sin embargo, la trama central me pareció algo dispersa, y menos fascinante que la última. Coincidimos en que la primera parte fue la mejor. En cualquier caso otro estupendo episodio de una serie que nunca deja indiferente.

    14 enero 2015 | 12:18

  2. Es que ya hablamos de palabras mayores. Estamos acostumbrados a tanta calidad y a tanto impacto que, al final, son tantas las expectativas que nos sentimos algo defraudados. A mí también me gustó mucho (sobre todo esa magistral primera parte), pero no lo cuento entre mis favoritos. Aún así, que nos sigan dando más Black Mirror… Un abrazo y gracias, como siempre, por comentar.

    14 enero 2015 | 16:11

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