La necesidad de parar

playa_desconectar1Necesitaba descansar. Cuando una es madre no para ni un momento. Desde que te levantas hasta que te acuestas estás satisfaciendo las necesidades de una personita (comida, aseo, idas y venidas al WC, contar cuentos, jugar). A esto se suma la racha casi interminable de virus que te dejan extenuada (noches de vigilancia por fiebre, mocos, tos…), y de la que puedes sentirte contenta si sales indemne —esto raras veces ocurre—. Si al hecho de ser madre le añadimos la necesidad de desarrollar un trabajo creativo, el día a día se convierte en un cóctel molotov que, a veces, termina por explotar. Quieres escribir pero, con el niño en casa, difícilmente puedes, y por la noche estás tan cansada que lo único que quieres es alguna comedia vacíacocos para desconectar.

Además de los artículos de ‘A ver series’ y de mi nueva web de literatura de terror estoy escribiendo mi siguiente novela (tachánnnn). Y cuando logro ponerme —hecho que se produce sin continuidad debido a los mil incidentes de la crianza—, me pego tales maratones que termino con la lengua fuera. El pasado mes de marzo se juntó, además, el aniversario de la muerte de mi padre. Y un día me levanté con una sensación de nudo en el estómago, de estar inmersa en una rutina que no acababa nunca. A los quehaceres domésticos se sumaba la desmesurada información sobre series nuevas y la apremiante insistencia en Twitter para verlas, opinar, estar a la última… Y la piedra que me atenazaba por dentro seguía creciendo, lenta pero inexorablemente.

Entonces, después de unos días de desazón, de no saber qué estaba pasando, llegué a la conclusión de que me estaba exigiendo demasiado, que consumía un excesivo número de series, que leía demasiados artículos para estar informada… pero siempre parecía que no era suficiente. En mi día a día casi no tenía tiempo para reflexionar sobre mi vida y hacia dónde se encaminaba, sobre las cosas que me habían ocurrido y que precisaba interiorizar. Necesitaba parar, irme de vacaciones, desconectar Twitter, Facebook, alejarme del ordenador, de mi rutina, y pensar con calma qué es lo que quería de mi vida y, si el ritmo que llevaba y las múltiples exigencias autoimpuestas, me estaban haciendo realmente feliz o solo estaban mellando mi ánimo.

Nuevas series como American Crime, Bloodline, The Jinx, habían aparecido en avalancha. Levantaban la mano diciendo «tienes que vermeeee». Pero yo lo único que quería era salir corriendo. No podía soportar intensos dramas emocionales de crímenes y malos rollos al cubo. No. Necesitaba andar por la playa, leer tres horas seguidas, cambiar de ambiente y ver alguna serie ligera que no me hiciera pensar. Ni siquiera (y esto para mí es fundamental) tenía ganas de escribir. Una buena amiga me visitó. Venía de un retiro espiritual donde lo más importante había sido aprender a hacer las cosas despacio, en silencio, tomándose tiempo para saborear los alimentos, para tranquilizar la mente lejos de torbellino incesante de palabras, del ego, de las apariencias, del conseguir, de los objetivos y de toda la avalancha de productividad insana que, a menudo, nos llena de ansiedad y nos aleja de otras formas más sencillas de vivir y ser feliz.

Y recordé cuando me dio el lumbago este invierno. Tenía que hacerlo todo a paso de tortuga para no hacerme daño y… hacía tiempo que no estaba tan relajada. Así que cerré el chiringuito de la autoexigencia y me olvidé —no del todo, eso es imposible—, del móvil, de Internet, del blog, del libro, de los proyectos, de las metas… y me dediqué a recoger conchas en la playa con mi hijo y a leer en la cama plácidamente con mi marido. Poco a poco las ganas de ver series y de escribir han vuelto, pero he decidido tomarme la vida con otro ritmo, centrándome en el presente, intentando que mis deseos no se conviertan en obsesiones. Sobre este tema leí una frase de Hecatón dentro de la imprescindible obra ‘Epístolas morales a Lucilio’, de Séneca, que dice: «¿Me preguntas en qué he aprovechado? He comenzado a ser mi propio amigo».

6 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Lledó Horne

    Y encima recibiste una postal desde Grecia… Si es que… Ánimo guapa!!! Espero con ANSIA VIVA leer esa segunda novela… Y lo sabes… Yo también estoy un poco out y no recordaba lo bien que se está tomando una caña o un vinete mientras desconectas del mundo «real»
    Un besazo muy fuerte y ya sabes… KEEP CALM AND ENJOY THE SILENCE

    22 abril 2015 | 08:39

  2. Dice ser Anónimo

    Ay, no sabes cuánto te entiendo. Gracias por compartir esto, que nos pasa a todos, y no dejes de escribir nunca. Unas veces cunde más, y otras menos, pero lo importante es insistir. Ánimo, un abrazo fuerte. (Soy @madseasontwitt, mother of three ;)).

    22 abril 2015 | 08:52

  3. Dice ser Diego Camino

    Los budistas saben mucho de esto que comentas, aunque no te imagino con la cabeza rapada y sin disfrutar de todas esas ficciones que tanto te gustan.
    La corriente del día a día nos arrastra con tal virulencia que a veces parece imposible llegar a la orilla para descansar un rato y verlo todo en perspectiva. En esos momentos todo parece desordenado e incómodo en nuestro interior, pero si te paras lo suficiente sales a flote y todo suele volver a su sitio. Descansa y disfruta de ti misma, que vales mucho. Un beso.

    22 abril 2015 | 09:02

  4. Muchas gracias! Ahora ya estoy con las energías renovadas, pero aún así me voy a tomar la vida con mucha más calma… Sé qué tú también lo vas a hacer. Un beso enorme y thanks por todo el apoyo. Me llena de alegría que esperes con ANSIA VIVA la novela

    23 abril 2015 | 18:04

  5. Madre mía, ¡y tú con tres! Hay que ser muy khaleesi para aguantar el día a día con tres niños, por muy buenos que sean. De verdad que te admiro. Y claro que no pienso dejar de escribir, es algo que siempre he querido y que me hace feliz, aunque a veces sea difícil de compaginar con lo demás. Ya sé qué tú también eres de las mías, así que ¡ánimo también para ti y a ver si leo más cosas tuyas pronto! Un beso enorme.

    23 abril 2015 | 18:08

  6. jajaja, ¡claro que no! Ni me pienso rapar ni dejar de ver series, pero sí reducir el consumo salvaje para «estar al día de todo». Lo siento, pero cada vez es más inhumano con tantos estrenos. Lo comentaba con una amiga: cada vez soy más selectiva. Me quedo con las series realmente buenas y el resto… bueno, para otro momento quizás. Gracias por los ánimos. Sé que tú también me comprendes en el tema de la crianza… Los niños dan muchísimo amor pero… vaya tela lo que cuesta criarlos. Cuando pienso en mi abuela que tuvo siete… ¡Y sin lavadora! Un abrazo muy fuerte 🙂

    23 abril 2015 | 18:11

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