House of Cards libre de complejos (análisis de la cuarta temporada)

house-of-cards-season-4Excesiva, inverosímil, loca, sensacionalista… y tremendamente entretenida. Así ha sido la cuarta temporada de House of Cards, una serie que nació con vocación trascendente y que, temporada tras temporada, ha derivado hacia lo comercial, depurando lo que no funcionaba o funcionaba menos, para convertirse en un perfecto divertimento, en un culebrón de elegante acabado. Eliminando por fin la envoltura de narración con ínfulas y renunciado —thanks Lord— a las incomprensibles y cansinas tramas de política exterior (¿alguien se acuerda de lo que pasaba con los chinos?), se ha centrado en lo que de verdad interesa: la ambición desmedida de los Underwood y sus tejemanejes políticos. 

Una vez liberada de su encorsetamiento y de las etiquetas que no le sentaban bien (esto no es The Wire, señores), House of Cards ha dado sus mejores frutos. Con un desenfreno de acontecimientos que no dejan tiempo ni para respirar, sin el lastre de rusos o chinos (los terroristas siempre dan más juego o si no que se lo digan a Homeland), con personajes hiperbólicos a los que la maldad les rebosa por los poros sin resquicio de grises y, sobre todo, gracias a centrar la temporada en Claire, el personaje más interesante y peor desarrollado hasta el momento, House of Cards ha logrado despegar con una fuerza sorprendente, dejándonos con ganas de más y sin la sensación de desgaste tan acusada que percibí tras la tercera temporada. (Atención, Spoilers)

La guerra de los Rose

Como andábamos diciendo, si alguien era capaz de hacer que la serie remontara hasta alcanzar su meta, esa era, sin dudas, la pérfida dama rubia. ¿Por qué? Porque Claire era la única que podía convertirse en némesis de Frank. Conocedora de sus secretos y debilidades, e imperturbable sobre sus tacones de metro y medio incluso ante la más sangrienta de las puñaladas, sin Claire al mando Frank estaba perdido. La finale de la tercera temporada, con la ruptura del matrimonio, dejaba el campo abierto a que la trama que estábamos esperando: una guerra de los Rose llena de afiladas cuchillas, una lucha de titanes diabólicos capaces de perecer antes de dar su brazo a torcer.

Y la hemos tenido, y ha sido fantástica.

La venganza en la propia casa, sacando a la luz una foto muy comprometida exhibida en grandes carteles, dejaba claro que Frank tenía que tomar mucho más en serio las amenazas de la rubia de hielo y satisfacer sus exigencias de poder. El protagonismo de Mrs. Underwood, un personaje que ha dejado atrás el cliché de esposa a la sombra del poder (los issues de ellas siempre son menos importantes que los de ellos), ha tomado cuerpo y nos ha ofrecido los mejores momentos: enfundada en su faja de cuerpo entero y sin el más leve temblor de mejilla, Claire ha demostrado que ni el Muro puede interponerse entre ella y sus ambiciones, y que ya sea lidiando con terroristas, con su madre moribunda o dentro de su hogar, ella es la que manda.

Todo en esta temporada ha estado al servicio del lucimiento del personaje, y solo le ha faltado romper la cuarta pared. A punto estuve de creer que iba a hacerlo en la escena final cuando, sentados uno junto al otro, adviertes quién es la verdadera emperatriz del terror, mientras sobrevuela la idea de que a Frank el hígado (robado) puede fallarle en cualquier momento. La gélida dama incluso ha obtenido lo que Francis no puede ni quiere darle: un amante que la entiende y a quien es difícil de engañar, y con el que ambos pueden compartir tranquilos desayunos (¿posibilidad de trío ahora que Meechum cría malvas?), y que es capaz de crearle discursos capaces de hacer hipar a las masas, más necesarios que nunca para tapar un escándalo periodístico de dimensiones impredecibles.

Los Conway, una versión 2.0

Es aquí donde la serie, una vez superada la crisis matrimonial y habiendo dejado claro que el partnership es esencial para su supervivencia («el traje blue navy, Frank»), introduce un nuevo aliciente que explotar en la próxima temporada: la rivalidad con los Conway, una versión 2.0 de los tejemanejes políticos, adictos a las redes sociales, fotogénicos como Barbie y Ken pero, mucho me temo, incapaces (¿o no?) de llegar a la corrupción moral de nuestros protagonistas. Will Conway tiene madera, pero a la inglesa le queda bastante sobre aprender a aguantar la faja sin perder la compostura. Además, para completar a la familia les falta un perro cancerbero como Doug, tan necesario para alejar visitantes no deseados.

Nota: Entre los personajes desfasados de House of Cards Doug es mi favorito, siempre rozando la vileza más abyecta bajo una apariencia de remordimiento. ¿Qué motiva a Stamper a comportarse como lo hace, a ser un vasallo de Frank si sabe que la reciprocidad no existe? No lo sé ni tampoco me importa. Me gusta demasiado su psicopatía y cómo trata de establecer vínculos con sus víctimas tratando de limpiar su conciencia para analizarlo.

Así, sin ninguna sutileza, a base de utilizar el efectismo de escándalos, amantes, terrorismo, traiciones, y de pegar fuerte con diálogos ideales para elaborar gifs y memes, y con unos protagonistas tan exentos de matices e inverosímiles, House of Cards se ha convertido en una mamarrachada espléndida, en el perfecto vacíacocos de lujo que nos morimos por tener de vez en cuando en nuestras parrillas, dejando atrás su complejos de serie “seria” y mostrándose en toda su plenitud. Por mí, que siga así y, por favor, que los chinos de queden en casa.

PD Si no habéis visto la original inglesa, os ruego que lo hagáis.

Nota en Mis Puntuaciones

Cecilia García, entre otras múltiples tareas, ha escrito un libro que no es de series pero que tiene referencias cinematográficas, literarias y viajes en el tiempo. El título: ‘Araneida, la fortaleza de los deseos’. Puedes bajarte un fragmento GRATIS aquí y leer las reseñas.

4 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser raimundo Rubio

    http://www.vulture.com/2016/03/millennial-sitcom-new-tropes.html?mid=fb-share-vulture
    He visto «LOVE» con Neflix estamos perdidos

    15 marzo 2016 | 12:03

  2. Hola Raimundo, pues fíjate que yo con House of Cards encantada, pero con Love no he podido. Ni pasé del piloto. Eso sí, como te guste una serie, el atracón binge-watching te lo das seguro 😉 Abrazos!

    16 marzo 2016 | 11:48

  3. Dice ser Liliana Fuchs

    No podías haberlo resumido mejor, HoC es una mamarrachada de lujo y esta temporada ha sido aún más adictiva. Los rollos de política exterior no interesaban a nadie y menos mal que se dieron cuenta. La gente que critica la serie porque «no es realista» o porque los Underwood son excesivos y caricaturescos… vale, eso es precisamente lo que nos gusta xD. Que sigan así, gracias.

    Un abrazo!

    17 marzo 2016 | 05:47

  4. Gracias, Liliana! Es que todas las tramas de rusos y chinos eran aburridas hasta la muerte. La de los rusos solo molaba cuando Claire o Frank estaban a solas con el pseudo Putin, lo demás era un rollo mortal. Creo que en esta temporada han logrado el punto perfecto, por eso lo de «quitarse complejos». Que apuesten por lo que de verdad les sale bien y que se dejen de hinchar la serie con tramas inútiles. Creo que en la siguiente, si pierden las elecciones, va a ser muy divertido ver cómo conspiran contra los Conway. Tengo especialmente muchas ganas de ver cómo Claire machaca a la Barbie, si esta no se pone las pilas, jejeje. Un abrazo y gracias por el comment!

    21 marzo 2016 | 10:18

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