Es difícil encontrar una serie que refleje el mundo de la adolescencia y la difícil transición a la madurez de una manera fidedigna. Sin embargo, Skam lo ha conseguido. Las dudas, los temores, la sexualidad, los celos, las primeras relaciones, las fiestas y la importancia de la amistad son los pilares de esta webserie que ha conseguido traspasar las fronteras de Noruega, su país de origen, para convertirse en un fenómeno viral durante su tercera temporada.
Por su autenticidad y la forma transmedia de su narrativa, basada en la liberación de escenas en distintos momentos del día o de la noche, además de la posibilidad de seguir a los personajes en Facebook o Instagram y estar en contacto con ellos, Skam ha conectado no solo con su target, sino también con un público más adulto que es capaz de reconocerse en las problemáticas pese a la diferencia de edad y, en el caso de los espectadores de fuera del país, las divergencias culturales y de comportamiento.
A pesar de que cada una de sus tres temporadas está centrada en un personaje (Eva, Noora e Isak respectivamente), lo más interesante de Skam es la dinámica que se establece entre el grupo de amigas que comienza su primer año de instituto en Oslo, una pandilla con caracteres muy diferentes que se complementan y ayudan a superar los problemas existenciales y amorosos que el día a día va planteando. Alrededor de la pandilla integrada por Eva, Vilde, Sana, Noora y Chris orbitan los chicos: Jonas, el novio de Eva, en cuya relación se centra la primera temporada, e Isak, el introvertido amigo de la pareja que, a su vez, será el protagonista de la impecable tercera temporada, donde la serie da un salto superlativo de calidad.
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Diferencias culturales y profundidad «teen»
Quizás una de las cosas que más me han llamado la atención de Skam es que, pese a que los protagonistas son adolescentes y como tales se comportan, los jóvenes noruegos son más reflexivos y menos espontáneos que los españoles, con una capacidad para razonar y argumentar desde la calma bastante difícil de encontrar en nuestro país. Aunque, en contraposición, la mayoría posee un carácter lacónico que hace que te desesperes esperando que desembuchen lo que tanto les preocupa (a veces me daban ganas de agarrarlos por las solapas y agitarlos fuerte).
Probablemente esta sea la diferencia cultural más relevante pero que, al mismo tiempo, otorga una profundidad a la serie que resulta chocante si se la compara con otras series juveniles, y que la aleja (para bien) de productos para adolescentes más frívolos y superficiales. De hecho, Skam es una serie perfecta para que los padres la vean con sus hijos, ya que propicia el clima para hablar de temas importantes (como sé que está haciendo una amiga de Twitter —hola, @19sheila—, aunque su hija se enganchó tanto que pronto la dejó atrás).
Según pude leer en este interesante artículo de Lorenzo Mejino, para preparar el guion, la creadora Julie Andem entrevistó a un gran número de jóvenes noruegos para que le hablaran de sus vidas e inquietudes, y así construir una serie veraz. Sin embargo, Skam no solo es interesante por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Un paso hacia delante que se manifiesta, como decía antes, en la tercera temporada, centrada en la salida del armario de Isak, y que emociona tanto por la profundidad que alcanza el personaje como por la sensibilidad con que está rodada. De hecho, creo que nunca he visto antes (ni siquiera en Looking) una historia de amor homosexual tan verdadera e intensa.
Después de la segunda temporada —más convencional en cuanto a la temática, ya que retrata la relación que se establece entre la inteligente Noora y Willem, el típico guaperas de instituto (que, como todo en Skam, no llega a ser tan evidente)—, y que a ratos llega a hacerse un poco reiterativa, la historia de Isak es un soplo de aire fresco que me cautivó por el lirismo de sus imágenes y su sorprendente giro argumental (no digo más), que demostró lo que había crecido la narración desde sus primeros episodios.
Pese a que la serie se emitió en pequeñas cápsulas, los viernes se podía ver el episodio completo, que es la manera en que la he visto yo. Tanto si tenéis hijos adolescentes como si no, Skam es una serie muy recomendable que no debéis dejar pasar. Además, sus episodios de veinte minutos se devoran tan rápidamente como los bombones de una caja. Os va a encantar y, como yo, querréis más.
Nota en Mis Puntuaciones
Ficha técnica / Título original: Skam (Vergüenza) / Cadena: Netflix / Año: 2015 / País: Noruega / Creada por: Julie Andem / Género: Drama / Temporadas: 3 (33 episodios)
Ya sabéis que, por un módico precio, tenéis a vuestra disposición Las series de mi vida, donde disecciono algunas ficciones con la que he disfrutado muchísimo como Doctor en Alaska, Twin Peaks, Los Soprano, Mad Men o Breaking Bad.
Y esperando que os sumerjáis en bosques oscuros, viajes en el tiempo y magia, Araneida sigue brillando al son de una pretérita canción.
En que plataforma puede verse? y está subtitulada?
01 marzo 2017 | 08:38
Hola Sasadogar, está en la web original en la que se emitió, pero no creo que sepas noruego 😉 No queda más remedio que descargarla, y hay subtítulos tanto en castellano como en inglés. Saludos!
01 marzo 2017 | 09:05
Hola! yo la vi de un tirón y no me arrepiento. La tercera temporada es la que más me gustó con diferencia y la segunda la que menos, me esperaba algo menos cliché aunque hay momentos realmente intensos (lo del hermano de Willem) que me hicieron meterme de lleno en la historia y sentirlo de verdad. Se la estoy recomendando a todo el mundo, lo malo es que es bastante difícil de conseguir.
Saludos!
03 marzo 2017 | 21:28
Hola, Mqu. Es cierto lo que comentas sobre la S02. A mí también me pasó lo mismo. La parte del Willem y el hermano fue muy interesante, con mucha intriga y bien resuelto, pero me sobraron escenas de tortolitos que se hicieron un tanto repetitivas. La S03 dio un verdadero salto de calidad y, aun centrándose en el personaje de Isak, funcionó mucho mejor. Un saludo y gracias por pasarte y comentar 🙂
04 marzo 2017 | 09:41